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Día del Jubilado

Han pasado los días en diluvio

y sin tener de todos, el recuerdo claro,

estoy como hombre……..¡ya maduro!

Madurez: estación del inconcluso itinerario,

atavío de secos arroyuelos en el rostro,

remanso teñido de otoño y en sosiego,

furia cautiva del tranquilo pensamiento,

rescoldo de pasiones que a su tiempo

¡indomables! parecieron ¡indomables!

Entender la paradoja de la existencia, de la misma vida, significa asimilar que lo nuevo de la vida es la vejez y que lo joven ya es lo caduco, lo viejo. Madurar es respetar el ciclo de la vida hasta sus últimas consecuencias, colmar los años de vida y tomar nuestra existencia con alegría y responsabilidad. El valor y el homenaje que el hombre puede dar a su vejez es la aceptación que no es igual, ni siquiera similar, a rendición y sumisión. Por el contrario, el hombre claudica ante la realidad cuando no la acepta. Y claudica no por rebelde, sino por soslayar su propia condición finita, transitoria.

El desgobierno de la revolución ciudadana ha irrespetado y ha marginado a hombres y mujeres de la tercera edad que se acogieron al derecho de la jubilación, pero no, distinguidas amigas y amigos, no ha rechazado el cabello cano, ni el andar pausado, ni las arrugas de los rostros lo que ha discriminado y ofendido es a la experiencia y la sabiduría. En efecto los jóvenes lucen vigorosos, radiantes como fuego en su máximo esplendor, los viejos somos haces que irradiamos claridad; los primeros descubren piedras en el camino e impiden los tropiezos, los segundos iluminamos la meta esté donde esté y evitamos el extravío.

El desgobierno de la revolución ciudadana cree y con razón que los jóvenes son como la nube, que libera lluvias y fertiliza los campos pero, finge no saber, que los viejos somos el manantial que llena el cielo de nubes tal como la vida, al abandonar el cuerpo, sube en espíritu al infinito.

Para hablar sin eufemismos me olvidaré de la tercera edad y diré que los viejos, somos, con los brazos extendidos y las manos abiertas los orfebres llenos de esperanza que van en pos del lucero, de la fe, de la verdad última que purifica, transforma y perpetúa mientras los jóvenes labran el surco, ponen las semillas y esperan el fruto. para sostener la especie. Maravilloso sincretismo.

Ya no estamos en la etapa del poder ni lo ambicionamos, ya dimos lo mejor de nuestro tiempo, talento y energía, ya servimos a los hijos, la sociedad y la familia; ya dejamos nuestra impronta de trabajo, pundonor, fuerza y coraje en el mundo en que vivimos, que no es el mismo que recibimos, ni será el mismo que dejarán los viejos que nos reemplacen cuando nos acoja la ineluctable finitud. Pero no hemos terminado. Aún tenemos sueños y alegrías. Aún tenemos arrestos para decir a los gobernantes que se equivocan y mucho cuando alimentan con fervor la contradicción de querer vivir sin envejecer. Los seres humanos como todos los seres vivos nos desgastamos conforme transcurre el sino. “Deteriorarse es el impuesto que se paga por el privilegio de vivir (Sócrates)” y como si esto fuera poco nos quieren clavar tributos a la herencia y plusvalía.

Más de 400 mil jubilados ecuatorianos estamos enfrentados a un gobierno que padece problemas económicos por una política económica que ha privilegiado el gasto público sin medida ni control y, al quedarse sin recursos, ha implementado recortes tanto en el presupuesto como en ciertas inversiones, lo cual está bien pero, está mal, muy mal, echar mano a dinero que por ley no le pertenece, es de los afiliados y suspender aportes históricos en favor de las jubilaciones.

Se ha hecho tabla rasa de los derechos constitucionales que amparan a los ciudadanos, han torcido opiniones vinculantes de la Procuraduría General del Estado, han ignorado los argumentos del propio IESS y de connotados juristas del país, se han burlado del dolor y la angustia de miles de ciudadanos de la tercera edad despojados, de la noche a la mañana, de sus pensiones. Reducir la calidad de vida alcanzada al cabo de 30 o más años de servicio en el IESS, a una precaria satisfacción de techo y comida, es condenarlo al sufrimiento y la depresión con todos sus peligros. Países que adoptaron el capitalismo salvaje para manejar sus economías ya vivieron la tragedia de jubilados maltratados. ¿Así se entiende la igualdad ante la ley? ¿Esta es la supremacía del ser humano sobre el capital? o ¿Es la antesala para suprimir el pago a todos los beneficiarios de la jubilación patronal? Un gobierno supuestamente abanderado de las causas humanas ha colocado a los adultos mayores al filo del despeñadero. Para evitarlo debe ordenar la restitución inmediata del derecho.

Es una necedad esperar que las instancias legales o de control se pronuncien contra las tesis impulsadas por el gobierno y las instituciones dependientes o autónomas que controla. Encontrar funcionarios, obedientes y desalmados, para firmar cualquier resolución, contra derecho incluso, no es imposible. En el caso de la suspensión del pago de la pensión patronal vitalicia a ex servidores del IESS, la argumentación jurídica ha sido interpretada por instancias de la Contraloría para emitir un informe borrador endeble, sin la motivación legal suficiente. Pese a todo fue aplicado a rajatabla por el Consejo Directivo presidido por el obsecuente Eco. Villacrés.

Los exservidores del IESS son, salvo las excepciones de la vida, personas honestas, profesionales la mayoría que dejaron todo en sus respectivos trabajos y se retiraron luego de 25,30 o más años de trabajo con la esperanza de gozar de una pensión que garantizara la aceptable calidad de vida alcanzada durante su vida activa con esfuerzos y trabajos adicionales. Reducir sus pensiones es condenarlos a la precaria satisfacción de techo y comida y a la tortura psicológica proveniente del estado que acortará sus años de sobrevida. Y claro no serán incluidos como pobres porque ganan más de dos dólares al día. ¡Solo Dios debe fijar día, hora y lugar de las muertes humanas y no la revolución ciudadana, ni su gobierno!

Ante esta mentalidad, en un mundo donde la vejez no encuentra su espacio, la valentía se vuelve la virtud de la vejez. Y la primera valentía frente a esta mentalidad es la de reconocer el paso del tiempo y rescatar la hondura que trae la vejez consigo. La valentía es, señoras y señores, ingrediente fundamental para la defensa de la dignidad, vale asegurar entonces que sin valentía no hay dignidad y nosotros estamos de pie en defensa de nuestros derechos, un grupo incluso expone su vida en una huelga de hambre que merece nuestra admiración y respaldo. Esta medida extrema no ha sensibilizado ni a las autoridades del IESS ni del gobierno central.

Para nosotros, los valerosos actos del pasado, el esfuerzo desplegado para mantener en crecimiento al IESS y consolidarlo como el más importante del Ecuador no pueden ni deben ser un sofá sino un trampolín que nos impulse día a día en una lucha que se ve difícil pero no imposible. Procuremos ser padres de nuestro porvenir antes que hijos de nuestro pasado.

Heráclito, uno de los filósofos de la naturaleza que vivió 500 años AC dijo: “Nada es permanente excepto el cambio” no se puede digo yo, bajar 2 veces al mismo río porque aunque lo hagamos un minuto después seremos un minuto más viejos y el agua ya no será la misma, nuestro instituto ya no es el mismo, se ciernen muchas amenazas que buscan su disolución, nos compete a todos actuar con lo que tengamos a mano para defenderlo. Siempre será posible ofrecer algo como aquel colibrí de la fábula que al mirar el bosque en llamas y a todos sus habitantes huir despavoridos decidió acudir al estanque más próximo, colocar una gota de agua en su pico y volar en procura de sofocar el fuego. Todos le decían que el esfuerzo resultará inútil pero el colibrí, tozudo y valiente dijo: es lo todo lo que puedo hacer y lo seguiré haciendo hasta apagar el incendio.

Amigas y amigos jubilados al felicitarlos por su día y desearles felicidad no puedo dejar de insistir en la invitación a honrarnos con su presencia en la lucha por un Instituto enmarcado en la Constitución, justo, equitativo, solidario y respetuoso de todos nuestros derechos.

Señoras y señores

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