He leído y releído su amable carta con el propósito de comprender toda la profundidad que transmiten sus palabras, propias de un hombre ilustrado y culto como usted. La poesía es sin duda la expresión más elevada de la sensibilidad de los seres humanos y lo es en la medida en que quienes la leen están dotados de inteligencia y formación para desentrañar el significado de las figuras literarias utilizadas en un escrito de gran aliento como el que usted ha tenido la bondad de leer y comentar.
Seguir al ser humano desde la prehistoria hasta el presente es sin duda una tarea ímproba y apasionante, no solo por lo que deja mirar de su increíble progreso sino por lo que deja entrever en materia de dolor y sufrimiento para alcanzarlo. No todo ha sido fácil para la especie que ha tenido que superar, no solo sus limitaciones, sino también sus ansias mal contenidas de someter a sus congéneres y apoderarse de lo que no le pertenece. Su imaginación ilimitada y desbordante le ha permitido agigantar su espíritu con las artes, con valores permanentes y creencias de todo género con la idea, siempre encomiable, de pregonar el amor y el respeto por toda la madre tierra. Es de lamentar sin embargo que la naturaleza imperfecta del ser humano lo ha llevado y lo lleva por senderos equivocados por la manía de interpretar, conforme a sus intereses particulares, los principios de convivencia humana y prevalido, en muchas ocasiones, de inexistentes superioridades raciales, religiosas o económicas amenaza de modo constante exterminar la especie ya sea porque literalmente lo elimina de la faz terráquea o porque afecta la fuente primigenia de su supervivencia: el ambiente. En este punto coincido a plenitud con su preocupación por el desarrollo, casi indetenible, de la tecnología y de la inteligencia artificial a extremos de peligrosos desplazamientos de las personas de sus medios naturales de trabajo y consecución de medios para vivir con dignidad y sentimientos propios de la vida consciente.
Para mí, la mitología es un cocimiento reciente y lo toqué a propósito del poema, me falta sin duda profundizar para comentar con la propiedad con la que usted lo hace. Sabía desde luego el Juramento Hipocrático y la invocación inicial a las divinidades de la época. Insisto sin embargo Agustín, que debo conocer más y mejor el tema para argumentar mejor que lo escrito en el poema. Conocía la maldición de Sísifo a través de un escrito que usted difundió en la facultad de nuestro recuerdo.
Tengo la impresión de que el hombre no enterró a sus muertos al comenzar su errancia. Creo que los cadáveres se abandonaban y eran devorados por carroñeros. Esta costumbre, que va siendo sustituida por la cremación, surgió como usted afirma cuando el hombre fue consciente de sí mismo y adquirió su afán de trascendencia personal pues, la de la especie, se la aseguró la naturaleza para unos y Dios para otros.
En torno al rol del monoteísmo en la vida actual hay mucho por desentrañar y discutir, el materialismo que cunde por todas partes enarbola el estandarte del dios dinero como el único capaz de remover las consciencias tanto de modo positivo como negativo, estamos mirando, en todo caso, los impresentables actos de corrupción publicados por todas partes.
Me ha conmovido la transcripción y análisis que hace con tanta sabiduría de algunos pasajes de mi poema, en especial, aquellos relacionados con Jesús y el islam. Su amplia cultura le permite vislumbrar la intención de resaltar las diferencias y los temores que usted, yo y muchos millones de seres humanos tenemos por la escalada violenta de fundamentalistas de distintos grupos religiosos. Confiemos que los líderes religiosos y políticos, se llenen de sensatez y conduzcan a sus seguidores por el único camino que hará posible la pervivencia humana: la paz.
Le agradezco mucho Agustín por el envío de su carta y espero en el futuro mantener este contacto epistolar.
Con admiración y un abrazo
Gabriel
Quito DM, 12 de febrero de 2019.
Agregar un comentario