A la Comisión de Garantías Constitucionales de la Asamblea Nacional, presidida por un oscuro y siniestro personaje, huidizo, de pocas palabras y enjuto llegaron pedidos de amnistía en favor de cientos de personas involucradas en un sin número de actos irregulares y delictivos. Procedió con la celeridad que impusieron sus amigotes en indagación previa, enjuiciados o sentenciados por la justicia común. En el trámite según, otro asambleísta, no se cumplieron las formalidades del caso pues el informe que recomendó la amnistía se entregaron a destiempo y sin las firmas correspondientes. Con el argumento falaz de que integran la primera función del estado hacen lo que les viene en gana, atropellan todo procedimiento y pisotean el ordenamiento jurídico. En democracia los poderes guardan un razonable equilibrio e interactúan con las regulaciones propias de la constitución.
Los asambleístas reunidos en una sesión del pleno, a la hora que los roedores buscan sustento, royeron la constitución y las leyes para conceder amnistía a un rebaño de indeseables entre los que se mimetizaron los terroristas que asaltaron, destruyeron la ciudad de Quito y causaron destrozos de bienes patrimoniales, incendios de edificios, secuestros y más horrores y desmanes que son de público conocimiento.
La ciudadanía ha reaccionado, a través de distintos medios hace conocer su repudio y rechazo a los 99 famosos desvelados que aprobaron la oprobiosa amnistía y abrieron la puerta para que, en un futuro muy cercano, repitan sus “hazañas” con la clara intención de roer los cimientos de la endeble democracia ecuatoriana y provocar un estallido social de impredecibles consecuencias. Esta sola posibilidad desdice a los asambleístas que votaron a favor, dizque para reconciliar al país.
El Presidente Lasso no puede permanecer impasible. Corre el riesgo de salir sin honor, censurado o destituido por gente a todas luces descalificada, con las excepciones de rigor, dispuesta a jugarse el todo por el todo con tal de alcanzar impunidad, su más caro objetivo, sin que les importe el país ni su gente. Debe, antes de que sea tarde, jugar la única carta que tiene a su favor: LA MUERTE CRUZADA que aparte de ser una salida honorable le permitirá gobernar, en favor de la mayoría, con decretos avalados por la Corte Constitucional durante 6 meses, sin perder el derecho ni la posibilidad de candidatizarse a la presidencia.
Gabriel Ordóñez Nieto
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