Espero que su salud se haya recuperado a plenitud para que tengamos la dicha y la suerte de contar con usted para las actividades de la SEB y para este intercambio epistolar que para mi ha sido muy gratificante y de pleno aprendizaje porque me ha tocado abordar temas en los que mis conocimientos son limitados y están muy lejos de su erudición y dominio de asuntos bioéticos que rebasan mi formación incipiente en la materia.
La justicia sanitaria en el entorno de la bioética ha sido, para mí, una preocupación permanente porque mi trabajo médico preponderante fue en el campo curativo y en un área, como el cuidado intensivo neonatal, que demanda ingentes recursos económicos para tratar pacientes en extremo vulnerables y graves con resultados que no llegan a ser siempre de los mejores, sobre todo, en lo referente a la condición neurológica y la integridad de todos los órganos de los sentidos. Conversé y muchas veces con mis colegas y mis residentes en formación, sobre este particular sin lograr interesarlos en la necesidad de valorar cada caso antes de iniciar o continuar medidas terapéuticas complejas y de alto costo. La lectura de su trabajo me ha venido muy bien para comprender que mis preocupaciones no estuvieron tan desorientadas. Creo que estos asuntos no se han tratado con la profundidad que merecen en el Ecuador de estos días y se continúa utilizando una buena cantidad de recursos que bien podrían dar salud y felicidad a niños que desnutridos deambulan por plazas, calles y campos de nuestro país. La toma de decisiones es muy difícil cuando se defiende la vida desde la concepción como establece nuestra constitución política concebida y redactada desde posturas extremas muy arraigadas en grupos cargados de ideologías no comprendidas en su totalidad o interpretadas bajo visiones de unos cuantos interesados en mantener el status quo.
La introducción de su trabajo menciona el origen del derecho sistematizado que recogió sin duda elementos del derecho consuetudinario pues, la presencia del hombre sobre la tierra es tan antiguo que resulta imposible imaginar que no hubo reglas mínimas para sostener una vida comunitaria en un marco de consideración y respeto.
Para desarrollar el tema fondo, propuesto por usted, me parecen bien traídas las frases de “dar a cada uno según su derecho” y “ya justicia es la permanente y constante voluntad de dar a cada uno lo suyo” La letra parece clara sin embargo analizar su espíritu puede dar lugar a interpretaciones dentro de lo que es un estado de derecho o un estado de derechos y según la corriente de pensamiento predominante en cada uno de los estados.
En mi opinión el derecho a la salud como tal no existe. La salud es un estado inherente a cada persona y depende tanto de factores intrínsecos como extrínsecos (determinantes sociales) sin que sea posible garantizar el control de todos y cada uno de ellos. Un derecho en esencia es, según el DRAE la “facultad de hacer o exigir todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor, o que el dueño de una cosa nos permite en ella” ¿Puedo exigir remediación de cuanto se afectó mi salud por abusos o autocuidado deficiente? ¿Por los males derivados de los daños causados al ambiente por acciones u omisiones? ¿Con medicina gratuita de por vida? Son en mi criterio interrogantes que deben contestarse al margen de la politiquería y pensando en la sostenibilidad del verdadero derecho que es el derecho a la asistencia sanitaria, a la atención médica de calidad en igualdad de oportunidades e iguales posibilidades de acceso al sistema sanitario. Aquí empieza a vislumbrarse la necesidad, quizá la obligación, de tener una justicia sanitaria amparada en los principios fundamentales de la bioética, sobre todo el que determina eficiencia del gasto en salud para no afectar la atención de otras necesidades básicos de los seres humanos como educación, vestido, alimentación, transporte, seguridad y hasta recreación.
Comparto plenamente con usted que no es lo mismo bienestar que salud y añado a su pensamiento sobre la definición de salud formulada por la OMS en el ya lejano año de 1946 que la misma se acerca más a la definición de la dicha que de la salud. Creo, que no hay sobre la tierra persona alguna que goce de completo bienestar bio, psicosocial, espiritual, mental y sexual como pretenden los más optimistas seguidores de esta definición.
Los consensos son indispensables en la vida democrática, lástima, son muy difíciles de lograr entre hombres y personajes dueños de ideas, alejadas muchas veces, de las tendencias del pensamiento evolucionado del siglo actual. No se debería, por ejemplo, volver a la inquisición, sin embargo se la mantiene de forma solapada, bajo nombres y membretes de leyes y códigos restrictivos de la libertad de expresión. La medicina también ha evolucionado y evoluciona a velocidad de vértigo sobre todo en desarrollo tecnológico que abruma a la atención médica, a los médicos y demás profesionales y trabajadores de la salud con tecnología que no se la utiliza bien o no se la comprende y poco tiempo después se amontonan en bodegas llenas de equipos inutilizados. Esto se inscribe como un motivo más para reforzar, yo creo, su propuesta de conjugar los principios bioéticos de modo razonable para satisfacer aspiraciones propias del personal de salud y de toda la comunidad ansiosa de contar con atención oportuna, cálida y eficiente. Dialogar, comunicar, explicar debe ser más importante que prescribir, recetar, ordenar práctica de estudios inútiles para la solución de la mayoría de problemas de salud de la comunidad. Recuerdo, porque fue cierto, el olvido de una paciente acostada en un equipo, bajo un tubo, para ella misterioso, que se la descubrió al siguiente día de terminado el estudio sin que nadie se percatara de su presencia, una vez terminada la jornada laboral y cerradas las instalaciones de un gabinete, a todas luces, desatendido.
La medicalización de la salud es una penosa realidad, ha lograda conceder una excesiva preponderancia de una de las actividades de la atención médica: la curación en detrimento de la promoción, la prevención, la rehabilitación y el autocuidado de la salud. Este espectacular desvío ha llevado a los gobiernos de turno a la construcción de una colosal infraestructura sanitaria mal planificada, construida al apuro e inaugurada con bombos y platillos pero, al poco tiempo, descuidada, sin mantenimiento correctivo ni preventivo con las consecuencias que son de dominio público porque los medios muestran graves deterioros, funcionamientos parciales por falta de personal, insumos y otros materiales.
Suscribo y aplaudo el párrafo que usted dedica al asunto de los medicamentos. Permítame, solamente, agregar, que el sistema de compras públicas está diseñado para comprar lo más barato arguyendo que se trata de la adquisición de medicamentos genéricos, cuando no es así. Muchas veces, la mayoría de veces diría yo, se compran copias que no es no son lo mismo que un genérico pues si bien se elaboran según la fórmula original no se respaldan con estudios de biodisponibilidad y bioequivalencia. Quizá convenga en un momento muy cercano abordar el tema de la polifarmacia en el tratamiento de enfermedades que incluso curan solas como las gripas.
No me asombra, ni me sorprende lo diseñado por la poderosa industria farmacéutica, solo superada por la industria de las armas y seguida muy de cerca por la industria del sexo, para probar sus productos en el tercer mundo. Me preocupa si que haya profesionales de salud, aquí y acullá, con pocos escrúpulos y se presten a ser piezas diminutas de un engranaje perverso que los embauca con muy poca cosa.
El IESS merece comentarios especiales y más amplios. su crisis es profunda y el riesgo de quiebra es inminente si no se aplican correctivos de fondo ajustados a la constitución, pertenece a los trabajadores.
Ha incluido en su análisis ejemplos de lo pautado en otros países, todos más desarrollados que el nuestro que tienen discrepancias entre si, esto se me antoja natural debido a las diferencias de orden cultural, político, económico y educativo existentes aun entre sociedades como las evolucionadas colocada como ejemplos en su escrito. Para mi es necesario profundizar en su conocimiento para manifestarme de alguna manera.
Creo Agustín para terminar este comentario apretado a su excelente trabajo que no existe la atención gratuita de la salud, cada acción que se ofrece, cada medicamento que se otorga alguien lo paga y cuando ese alguien olvida cumplir sus obligaciones económicas con el sistema, que el diseñó, pasa lo que vive el país en materia de atención sanitaria. Lo que verdaderamente existe es usuarios que no pagan debido a sus condiciones de pobreza o cronicidad de sus padecimientos.
Le reitero mi saludo y le envío un abrazo por la completa recuperación de su salud y que continúe escribiendo y enseñándonos sobre temas tan delicados.
Gabriel Ordóñez Nieto
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