Para unos empezó cuando salió del paraíso, para otros cuando Lucy dejó su vida arbórea y asentó sus extremidades sobre la tierra para vivir siglos como nómada, carroñero, cazador recolector y guerrero. Superó infinidad de obstáculos y contratiempos: las inclemencias del tiempo, las feroces luchas con animales salvajes, la falta de techo permanente y abrigo, las enfermedades, los accidentes en sus largos desplazamientos y la falta de herramientas apropiadas para la caza y la pesca. Su cerebro evolucionaba a la par con la necesidad de mejorar sus habilidades para sostener la permanencia de la especie en condiciones menos precarias y menor vulnerabilidad. Acumuló experiencias, aprendió a sortear los peligros, la forma de encender el fuego y poco a poco su trajinar fue más eficiente para irse situando con seguridad y solvencia en medio de adversidades que a estas alturas de la historia parecían insalvables.
Decidió, sin embargo, asentarse en algún lugar, no se sabe donde ni cuando pero su vida cambió para siempre. Sedentario tuvo vivienda en lugar de cuevas o cavernas, se protegió del frío, domesticó cereales y otras plantas, ovejas, aves de corral y fue ampliando su alimentación con proteína de buena calidad para pulir su evolucionado cerebro que fue alcanzando cotas de complejidad creciente. Estos hechos le confirieron un lugar distinguido en el universo y superó lo alcanzado por otras especies. Desarrolló el lenguaje primero, la escritura después y estuvo en capacidad de comunicarse con la gente de su tiempo y legó para la posteridad escritos que dan cuenta de los cambios suscitados a través de los milenios. Los grupos humanos crecieron, formaron poblados, ciudades, metrópolis que fueron imponiendo nuevas normas y reglas de convivencia. Los desafíos fueron afrontados con racionalidad en la mayoría de los casos, alguna vez se impusieron las armas y la barbarie. Hubo libertad en muchos pueblos y sometimiento en otros tantos. La política: sus ideas y doctrinas fueron pensadas, diseñadas, comunicadas a las distintas sociedades por pensadores de varias latitudes, de Europa en especial, y de a poco calaron en el alma de los pueblos y alcanzaron adeptos que defendían las distintas posturas con ardor, con vehemencia. Los ciudadanos se fueron alineando en grupos crecientes de seguidores de tal o cual ideología política y dieron lugar, paulatinamente, a las formas de gobierno que imperaron en el pasado (monarquías, imperios, ducados, etc.) y que desembocaron en la concepción y práctica de la democracia y las posiciones llamadas de izquierda como el socialismo y el comunismo. Estos temas son muy importantes pero el interés y propósito de este trabajo.
Las migraciones continuaron. Diversos factores y circunstancias motivaban a los hombres a buscar nuevos horizontes. Unas veces se desplazaban de manera voluntaria en procura de alcanzar lugares que le proporcionen confort, buen clima, trabajo, aprendizaje de artes o de ciencias, oportunidades económicas o financieras, etc. En otras eran obligados a partir por efecto de catástrofes naturales, guerras, epidemias, enfermedades, etc.
Los racionalistas miran a la migración como un fenómeno autorregulable que a la postre equilibra a regiones pobladas de manera desigual, lo convierte dicen: en un sistema armonioso que iguala la oferta y la demanda de mano de obra. Prima en este caso la racionalidad del migrante ante los elementos demográficos y económicos de un proceso que enfatiza las causas y los efectos de la migración.
Parece una decisión individual si no se consideran las implicaciones estructurales. Los emigrantes buscan una vida mejor, dejan sus terruños, trabajos mal remunerados, desempleo, sobrepoblación, represión política, desastres naturales, problemas de relación familiar, insatisfacción social, educación de mala calidad, necesidades insatisfechas, violencia familiar, frustraciones tempranas, influencias familiares o de amigos.
Los estructuralistas creen que más que las perspectivas economicistas pesa el enfoque histórico estructural. Las migraciones no son mecanismos de equilibrio social por la enorme asimetría entre los países: unos proveen materias primas y otros la mano de obra barata y esto condiciona el flujo desde la periferia al centro (tercer mundo al primer mundo) lo cual más que involucrar países se refiere a un sistema. (Ordóñez Ch. Angélica. La migración transnacional en Peguche, Ecuador, y la fiesta del Pawkar Raymi. Universidad Andina Simón Bolívar. Ediciones Abya-Yala. 2018)
Las redes juegan su papel al vincular de manera dinámica a las poblaciones de las cuales emigran con las receptoras, sirven como mecanismos para recoger datos, interpretarlos y recibir información bidireccional. Conocer coyoteros, contactar con ellos, establecer tratos y formas de pago y decidir la cadena migratoria.
En este contexto, este breve marco referencial, sirve para entender al grupo de los Ordóñez, motivo de este libro. Es indispensable tomar en cuenta la época en la que ocurrieron los movimientos de los hijos de José Ordóñez e Isabel Sevilla de la Torre que a comienzos del siglo XIX se mudaron desde Ambato a la ciudad de Quito para abrazar los estudios sacerdotales, luego arribaron José e Isabel junto a sus otros hijos Trinidad y Joaquín. Los cuatro hijos de los 8 que tuvieron, los otros habían fallecido en su ciudad natal. Los sacerdotes debido a sus obligaciones religiosas se desplazaron a Íntag y Tisaleo el primero, a Licto Y Otavalo el segundo. En la siguiente generación fue notoria la permanencia de Gabriel y Genaro entre Íntag, Otavalo y Quito.
Los hijos de Gabriel, todos nacidos en Otavalo, salieron a Quito. Aquí radicaron de modo permanente, formaron sus familias y tuvieron sus hijos. De los hijos de Genaro, el primero Carlos César, migró a la provincia de Manabí y dejó una descendencia numerosa que fue descubierta y conocida gracias a esta investigación. Está repartida en las provincias de Esmeraldas, Manabí y Guayas. Algunos de sus integrantes han prestado su colaboración para ubicar a un buen número de ellos y han aportado fotos muy valiosas para su publicación. Los Ordóñez Viteri también han registrado y registran su domicilio en varias ciudades de los Estados Unidos, especialmente Los Ángeles y Nueva York. Muchos de las nuevas generaciones han echado raíces en países europeos: España, Holanda, Inglaterra, etc.
Se debe mencionar la carga emotiva de las migraciones pues no dejan de provocar nostalgia, es decir la pena sentida por aquel que retorna, de manera cierta o imaginaria a la patria chica que lo vio nacer. Es infaltable en estas circunstancias la añoranza, o sea el regreso, real o ficticio, a los lugares que enamoraron al ausente y en los que quedaron huellas de su inequívoco paso. Todos de una manera u otra vivieron la saudade cuando intentaron recuperar lo imposible, lo que fueron alguna vez.
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