Gabriel Ordóñez Nieto
La urdimbre moral del país es laxa, muy laxa. Se estira o contrae según las conveniencias de “líderes” enquistados en organizaciones sociales, de políticos con infeliz y prolongada vigencia en el horizonte político nacional, de líderes pusilánimes, jueces “reptilíneos” y asambleístas dedicados a cuidar con celo sumo sus canonjías y privilegios. Si lo mencionado es indignante y repudiable no deja de ser al menos preocupante que la sociedad en su conjunto, con las excepciones de rigor, tambalee y ceda con frecuencia a la tentación de alcanzar riqueza, de la noche a la mañana, mediante recursos reñidos con la rectitud, la ley, la honradez y el respeto a los demás. Muchos exigen derechos sin cumplir con deberes elementales de convivencia social.
Entre los pilares que sostienen a las naciones prósperas del planeta se distinguen: ética, moral, justicia, democracia, creatividad, trabajo, valores cívicos, republicanos y ciudadanos que superan con largueza a los antivalores. Cada uno de estos alcanza, en esos países, ribetes de excelencia, altas calificaciones y son parte de la actuación diaria de los poderes del estado y de los funcionarios, dignatarios, empleados y ciudadanos.
El país atraviesa una crisis de gobernabilidad en gran medida causada por el desmoronamiento sostenido de la urdimbre moral. Basta mencionar los escándalos provocados por jueces corruptos que concedieron, mediante habeas corpus írritos, boletas de excarcelación a delincuentes sentenciados por una justicia que hace agua por los cuatro costados y contribuye a mantener un clima de rabia y repudio, que genera desconfianza y rechazo al gobierno, a los tribunales y operadores de justicia y demás funciones del estado que han perdido toda credibilidad. Circula ya el pedido: que se vayan todos, pedido peligroso y desestabilizador, por donde se lo mire.
Rondan por Carondelet y la Asamblea Nacional ciertos antivalores. Llegó a la cartera de gobierno un personaje identificado con el correísmo, partícipe en acuerdos oscuros y en la acomodaticia y negligente reacción ante la libertad otorgada a uno de los sentenciados del caso sobornos. Este ministro llega a impulsar una consulta popular que el gobierno perderá con largueza porque el pueblo no votará a favor o en contra de lo que se le pregunte sino, a favor o en contra, del gobierno que de no ser favorecido quedará seriamente lesionado y más solo que nunca.
La lucha contra la impunidad deja muchas dudas, está vigente la sensación, no desvirtuada, de acuerdos para beneficiar a políticos descalificados mediante la concesión de favores legislativos (amnistías) y judiciales, lujos en las cárceles, demoras en la ejecución de las sentencias como la inexplicable tardanza para solicitar una extradición, como si fuera a propósito, para que coincidiera con el otorgamiento de asilo al prófugo. El Presidente de la Corte Nacional es culpable de los graves juicios de valor formulados, por instancias belgas, en contra de la justicia que se imparte en Ecuador, que han dejado al país con una mala reputación internacional. ¿Pasarán años para que pruebe lo contrario y refute los calificativos que le endilgan a la justicia del país?
La cantaleta de no meter manos en la justicia impide al gobernante actuar a tiempo cuando los pillos se le escapan por el ojo tuerto. Hacer respetar la constitución y las leyes no es inmiscuirse en la función judicial ni en la legislativa. Es un imperativo por el que votaron miles de ciudadanos.
El presidente tiene dos caminos para demostrar su talla de estadista. El uno ir a la muerte cruzada aunque signifique la autoinmolación por enderezar y componer al país y el segundo, consultar al pueblo si está de acuerdo con la adopción de la constitución del 98 en lugar de la de Montecristi.
El equipo de gobierno integrado por bisoños se ha declarado ingenuo. Los hechos demuestran acuerdos y complicidades inaceptables. No pueden continuar así porque hay miles de ecuatorianos que todavía confían en el presidente que debe rectificar con urgencia para frenar la caída e impulsar la recuperación. Sería gravísimo el retorno de la mafia.
Quito, 26 de abril de 2022
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