Carta Al Presidente De La Republica (2)

Pienso, mientras usted viaja a Europa a cumplir una misión trascendente en favor del país, escribir o no una nueva misiva para referirme al COIP en la parte correspondiente a la mala práctica profesional que, tal como está redactada, parece direccionada a los profesionales de la salud. Mis dudas se deben al hecho de no recibir, hasta el día de hoy, respuesta alguna a mi primera carta. Yo comprendo la situación: sus ocupaciones son muy numerosas y sus responsabilidades al frente del ejecutivo son enormes y muy delicadas. Sabía sin embargo, por comentarios de sus partidarios, que usted ha mostrado su buen talante y delicadeza contestando las inquietudes de los ecuatorianos. No estoy frustrado y por eso me animo a escribir esta segunda misiva.

Fui profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Central durante 36 años y en algunas épocas dirigí y colaboré con el Postgrado de Pediatría. También estuve al frente, durante dos lustros por lo menos del primer Postgrado de Neonatología auspiciado por la Universidad San Francisco de Quito, que ha dotado al país de los primeros especialistas en esta materia, formados en el propio territorio ecuatoriano. Hago estas menciones porque creo tener el conocimiento necesario para referirme a la carrera médica en general. Para alcanzar el título en Medicina y Cirugía estudian 10 semestres presenciales, además hacen un año de internado rotativo en hospitales cantonales, provinciales y de las principales ciudades antes de partir a servir, gracias al programa de medicatura rural, en todos los rincones de la patria. No es del todo verdad, entonces, que los médicos ecuatorianos nos resistimos a laborar en lugares apartados dotados apenas de infraestructura básica y equipamiento mínimo lo cual supone, para los jóvenes profesionales, un ejercicio complicado y de alto riesgo por las limitaciones para cumplir las exigencias planteadas en el COIP, relacionadas con el cumplimiento obligatorio de normas, guías y protocolos nacionales e internacionales. Este cumplimiento es por ahora imposible y con la vigencia de un código, en extremo punitivo, los médicos serán víctimas de extorsión y chantaje mientras pende sobre ellos la amenaza de la prisión preventiva, si como resultado del cumplimiento de su deber se produjere, sin la más mínima intención de provocarlas, alguna lesión o la muerte de algún paciente.

La formación continúa en el país o en el extranjero. Les espera la residencia de postgrado en las más variadas especialidades. Los programas tienen una duración de 3 a 5 años de estudio presencial intenso, jornadas de trabajo, con guardias incluidas, de 70 a 80 horas semanales. La remuneración no se compadece, en ningún caso, con el esfuerzo realizado y la dedicación exclusiva a su residencia. Ni con los riesgos de adquirir enfermedades nosocomiales, agotamiento físico y psicológico y las consecuencias derivadas de estos problemas. Los médicos también somos seres humanos, enfermamos, sufrimos y debemos satisfacer necesidades básicas de nuestras familias: alimentación, vestido, educación, salud, transporte y recreación.

En estos años (entre 10 y 14) de: “estudiar, solo estudiar, de buscar la causa de las lágrimas y el porqué de tanto grito, de ahorcar al dolor y exilar el miedo a otros mundos, de cazar núcleos y domar bacilos, de pacificar el llanto y buscar la causa de la sangre, de ¡estudiar! con la agonía entre las manos, sin tiempo ni para contar las horas, de estudiar! con un ansia de nada y seguir cubriendo con gasas la miseria de los niños y de seguir calmando con sangre la sed de los hospitales” se le puede cruzar, a mala hora, el minuto fatal de un error involuntario o una maniobra inesperada, no programada por los que sería juzgado según el COIP como delincuente común. Se trata, por decir lo menos, de un error de asambleístas que tienen la obligación de interpretar bien a la revolución ciudadana, el buen vivir y el estado de derechos.

El periplo no termina con la obtención del título de especialista aún debe concursar con decenas de profesionales, igualmente calificados, para optar por un cargo con 8 horas de trabajo, horarios flexibles que no toman en cuenta feriados ni fines de semana, sueldos cicateros y enormes responsabilidades. En esta etapa la exposición a errores se mantiene y según el COIP también la criminalización de su tarea. La permanente amenaza de recibir sanciones ¿garantiza el derecho a la libertad? ¿El derecho al trabajo? Yo, al igual que muchos, creo que no.

No se trata, señor Presidente Constitucional de la República, de cambiar y acomodar palabras en los textos aprobados, son 22 artículos los que nos afectan. Se trata de adecuar las normas a conceptos modernos, de recoger experiencias de otros países con recorrido en la materia. Es imperativo evitar ensayos que causen dolor, insatisfacción, renuncias, incremento de costos. No se trata de garantizar la impunidad, ¡NO! ¡de ninguna manera!. Se debe buscar como usted lo dijo el justo medio el mismo que, en mi modesta opinión y salvo su mejor criterio, se halla en el punto que promueve un trabajo médico alegre, eficaz, eficiente, comprometido con el buen vivir: eje de su gobierno y regulado por una legislación que separe de modo claro y definitivo lo doloso de lo culposo. Lo primero debe ser conocido en el ámbito de lo civil (esto no es impunidad) y lo segundo en el ámbito de lo penal.  Una comisión de carácter nacional, multidisciplinaria, independiente, integrada por ecuatorianos probos (que los hay y muchos) podría conocer, en primera instancia, las denuncias y los hechos con el ánimo de conciliar y arbitrar de manera que solamente lo doloso se tramite en el campo penal. El Consejo de la Judicatura ahora mismo promociona la existencia de comités de este tipo para la resolución de otros conflictos. Se podría aprovechar la coyuntura y trabajar sobre el tema con tan importante organismo del estado.

En una de las manifestaciones de protesta pacífica de los profesionales de la salud hubo un grupo minúsculo de personas que respaldaba al código sancionador, habían perdido algún familiar por supuestos hechos de “mala práctica médica” (término despectivo que debiera desecharse de nuestra legislación de avanzada). Sentí pena y recordé infaustos momentos personales marcados por la pérdida de mis seres más queridos. Yo, como la gran mayoría de seres humanos comprendí y acepté un designio superior y me consolé con la idea, proveniente de mi mitad indígena: la muerte es una extensión permanente de la vida, otra vida y la certeza de los reencuentros me mantiene esperanzado y en paz. La pena que sentí por ellos fue mayor. Cuanto de sus valiosas existencias han dedicado a buscar sanciones severas, las más severas, para personas que se equivocaron de buena fe en el ejercicio de un oficio noble. Cuanta venganza acumulada podemos exhibir los humanos cuando bajo el cielo hay tiempo para perdonar, para llorar, para reír y tiempo para endechar.

Para finalizar espero, Señor Presidente, que las personas encargadas de procesar su correspondencia pongan en su conocimiento esta misiva escrita con la mayor consideración y respeto para usted y su gobierno y enviada a través de su cuenta en facebook.

PD: La parte entre comillas contiene fragmentos de un poema de Eduardo Estrella: médico, investigador, escritor e historiador.

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