Gabriel Ordóñez Nieto
Una vez contenida, por ahora, la confrontación entre el gobierno y ciertos movimientos sociales, resulta penoso hacer un balance de los acontecimientos y determinar si hubo algún ganador o perdedor luego de 18 días de violencia y zozobra.
El movimiento indígena y sus aliados festejaron una victoria, dieron rienda suelta a su algarabía, danzaron y cantaron en los sitios considerados, por ellos, como emblemáticos. Iza gozó de reconocimiento mientras cuidó que sus camarógrafos captaran los abrazos y saludos de sus partidarios y de los que se subieron a la camioneta. El propósito de esta acción es muy claro pues las imágenes serán utilizadas en el futuro para adornar su campaña electoral. Unos cuantos áulicos escribirán panegíricos para que el caudillo engorde su ego en su afán de alcanzar posiciones que demandan profundas convicciones democráticas, amplitud de conocimientos políticos y diversidad ideológica que el líder indígena no tiene, se conocen muy bien su sectarismo y procedimientos para lograr la imposición de su inocultable extremismo.
El levantamiento preparado, a la sombra de un gobierno dormido, con asesoría y trabajo de expertos en guerrillas urbanas, financiados por grandes capitales de origen oscuro, posiblemente ligados a rentables actividades ilícitas. Largas jornadas de trabajo táctico y aprendizaje de movimientos coordinados en distintos puntos y relevos oportunos de los agotados dieron al movimiento una fuerza, no vista en paros anteriores, para enfrentar a un gobierno muy debilitado, inerme, indefenso, maniatado por leyes restrictivas de su accionar defensivo de los derechos y libertades de la mayoría. Así planteado el combate terminó cuando el gobierno “groggy” evitó el nocaut cediendo a la presión ante decenas de dirigentes del paro apostados en la sala del diálogo y más de un millar de revoltosos en las afueras del recinto. ¿Deberían ufanarse de victoriosos cuando dieron golpes arteros y aporrearon a un gobierno puesto de rodillas y a un país amedrentado?
A lo anterior deben sumarse los actos de humanitaria complicidad propiciados por instituciones que reciben dinero del estado, engañadas por quienes pidieron alojamiento para niños, mujeres y ancianos cuando en realidad fueron centros de reclutamiento, descanso, aprovisionamiento y recambio de miles de combatientes urbanos que convirtieron en campos de batalla los alrededores de los llamados centros de paz.
El país queda golpeado, la atención de la educación y la salud sufrirá menoscabo porque muchos recursos van a destinarse a subsidios que convertirán los dólares en humo y contaminarán el ambiente. ¿Esto es una victoria? ¡¡¡Obviamente no!!! La minería responsable será desplazada por la ilegal y dejará de ser fuente de recursos como los que obtienen Chile con el cobre y Bolivia con el estaño, por ejemplo. Mermará el dinero para atender las necesidades de los más pobres. ¿Victoria? El Gobierno seguirá acusado de neoliberal cuando no ha tomado ni una sola medida que le conduzca por ese camino.
El país en todo caso no se hundirá pese a los golpes recibidos a lo largo de su historia por gobiernos corruptos. No se hundirá pese al narcotráfico, la inseguridad, la politiquería rampante en todas las instituciones del estado porque será un corcho en las aguas agitadas, se aporreará más y más hasta que un día sufrirá lo indecible para mantenerse a flote. ¿Es el gran perdedor de las jornadas violentas de junio de 2022?
El gobierno impasible digirió, al final del evento, una amenaza: volveremos luego de 90 días si no han cumplido lo pactado en el acta compromiso.
Señor presidente, rehaga su gobierno, replantee políticas y objetivos, rodéese de gente capaz, con experiencia política y dispuesta a dar la cara cuando sea necesario para evitar la peligrosa sobre exposición de su persona. Si no cambia, en 90 días los tendrá de nuevo destruyendo todo sin piedad ni misericordia.
Quito, 1 de julio de 2022
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