Gabriel Ordóñez Nieto
En estos días, ha tocado escuchar a los “oradores” de la CONAIEy de la Asamblea Nacional. Todas las intervenciones están llenas lugares comunes, relatos plagados de epítetos descalificadores y comentarios llenos de hipérboles y falsedades.
El vocero principal de la organización indígena, aupado por gritos y murmullos, con megáfono en mano se dirige a sus compañeros y compañeras, vocablos que repite con una frecuencia que impide captar la totalidad de sus atropellados discursos, se cuida eso sí de preguntar si están de acuerdo con tal o cual propuesta las que siempre son aprobadas y deja al descubierto la forma de manipular lo que llama decisiones colectivas, que no son otra cosa, que la voz del caudillo respaldada por cientos de asistentes, sin beneficio de inventario. Este aserto es de fácil confirmación al escuchar las respuestas de los indígenas que participan en las marchas, plantones y actos vandálicos: no saben y aseguran que vienen obligados para evitar multas y otras amenazas.
Otra intención de sus discursos es la de curarse en sano, en público, frente a las cámaras y micrófonos se muestra conciliador y pide a sus bases actuar sin violencia pero, en sus sesiones reservadas, cuando delinea las acciones junto a sus compinches, muestra su verdadera cara dando órdenes que se cumplen con absoluta fidelidad al cerrar vías de abastecimiento de las ciudades. Impedir el trabajo productivo, limitar la actividad petrolera, contaminar de manera criminal el agua de consumo humano, bloquear el transporte de oxígeno medicinal, insumos y medicamentos. La lista de agresiones y delitos es extensa. Iza, el conchudo, se declara inocente, exculpa a sus vándalos y responsabiliza a quienes tienen la obligación de preservar la paz y el estado de derecho. ¡Sinvergüenza!
La Asamblea Nacional ¡Ay la Asamblea! ¡Cuánto duele, salvo contadísimas excepciones, la mediocridad de sus integrantes!
Reunidos en una sesión virtual del pleno, con el uso hasta el cansancio del vocativo “hermanas y hermanos ecuatorianos” con el relato de hipérboles como “masacre”, “derramamiento de sangre”, “gobierno asesino” desfilaron uno tras otro varios asambleístas para tratar un tema en extremo importante y sensible como es la posible destitución del presidente de la república. Unos improvisaron y otros leyeron intervenciones de manera atropellada, casi todos con visiones sesgadas, narraron hechos ocurridos durante el paro y sin motivar su postura, debido a su ignorancia completa de la constitución, de las leyes y de los procedimientos parlamentarios se pronunciaron a favor de la mentada destitución. Están cometiendo el acto más burdo e ilegal que se pueda imaginar porque sin probar nada pretenden acabar con la institucionalidad y la democracia.
El gobierno debe mantener autoridad, ceder en lo que se puede ceder sin profundizar la crisis económica puesto que todo cuanto solicitan los movimientos indígenas demanda ingentes recursos. Tiene la obligación de explicar que sin dinero no se podrá atender ni la salud ni la educación, los más perjudicados serán los de siempre: los más vulnerables. Debe hacer cambios en su equipo de gobierno, mejorar la comunicación y acercarse a las comunidades más pobres del país con recursos y atención prioritaria con lo que provocará desarrollo en el tiempo y no de la noche a la mañana como pretenden los golpistas que no ceden en nada e imponen con la fuerza sus criterios.
Quito, 27 de junio de 2022
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