Ecuador se ha convertido en país ingobernable. Cada día desde distintos ámbitos de la vida nacional se producen eventos que dinamitan la tranquilidad de la ciudadanía que, asombrada mira como surgen problemas y escándalos, uno atrás de otro, que en lugar de solucionarse se suman hasta el momento en que los politiqueros enquistados como caciques de ciertas tiendas políticas o en alguna curul de la asamblea nacional, deciden actualizarlo y proponer juicios políticos o denuncias en la fiscalía general del estado, ambos entes desbordados por la cantidad de causas, muchas ingenuas, torpes o mal planteadas, acumuladas bajo el pretexto de su “derecho” a fiscalizar los actos de las otras funciones del estado, soslayando sus propios actos irregulares, sus errores y sus propias faltas.
El supuesto “incumplimiento de funciones” se ha convertido en la causal número uno para emprender juicios políticos “exprés” y despachar funcionarios sin que importe la situación en que dejan a las instituciones de las cuales son defenestrados con tal de satisfacer las perversas ganas de desestabilizar al estado, los intereses políticos personales o los inconfesables intentos de perdonar y olvidar delitos ya sancionados o judicializados.
La causal es abierta y da margen a las más variadas interpretaciones, algunas torpes, incoherentes, apenas inteligibles debido a las limitaciones lingüísticas de los proponentes. Debe desaparecer porque da paso a decenas de interpelaciones injustificadas y peligrosas que ponen en serio peligro la gobernabilidad tan necesaria en las actuales condiciones del país. Es imposible dialogar y entenderse con asambleístas que adoptan posturas extremas, irracionales. Mientras este portón permanezca abierto el gobierno verá desfilar destituidos, uno tras otro, a sus colaboradores.
La Asamblea Nacional se ha convertido en la fragua de las más altas ambiciones. No importa el país, solo interesa generar caos, desorden, escándalos con el protervo fin de descalificar el trabajo de la Presidenta para censurarla y defenestrarla de su cargo. Por ahí aparece descompuesto un asambleísta que llegó, enancado en el prestigio de su padre, a buscar con prepotencia y maniobras impropias de la investidura que ostenta erigirse como alfil de la conspiración.
El gobierno tiene sus fallas. Ha equivocado el trámite de algunos proyectos de ley calificados como urgentes. Juega con fuego cuando anticipa criterio con la ley aprobada por el aborto por violación. Las convicciones íntimas del presidente deben someterse al criterio del estadista que gobierna un país laico, con libertad de cultos y con centenas de miles de opiniones a favor y en contra. Debe solicitar a la Corte Constitucional el criterio en torno al cumplimiento o no de la correspondiente sentencia. Si la respuesta es positiva solo le queda promulgar la ley.
El Presidente Lasso ya tiene un lugar en la historia del país. Ganó en las urnas luego de remontar en la segunda vuelta una diferencia importante al ocupar el segundo lugar, ha cumplido con una vacunación exitosa y hasta el momento no se han denunciado actos de corrupción. Debe ratificar esa presencia en la historia recurriendo a la muerte cruzada para salvar al país de la corrupción legislativa, de la mediocridad de la mayoría de asambleístas, de la oscuridad en que se regodea la conspiración impulsada por el correísmo y sus insaciables y violentos socios del PSC y los rebeldes de Pachacutik. Debe gobernar 6 meses con decretos avalados como constitucionales por la Corte y concretar auténticos beneficios para la mayoría de ecuatorianos sobre todo en materia de empleo y seguridad.
No tema presidente, si hace bien las cosas, el pueblo sabrá reconocer en las urnas su trabajo y castigará a los rabiosos opositores.
Gabriel Ordóñez Nieto
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