Los hechos suscitados durante las protestas por la eliminación del subsidio a los combustibles han sido penosos. No existe país cuando sus habitantes se enfrentan entre sí, destruyen sus ciudades, sus bienes patrimoniales, atracan propiedades y negocios privados, violan derechos fundamentales de las personas que no participan o no están de acuerdo con las medidas tomadas por el gobierno que, más allá de que parezcan justas o injustas tienen una razón de ser que no se analiza ni se discute sino que se atacan al son de unos cuantos dirigentes políticos interesados en recuperar sus privilegios y canonjías. Los efectos se han sobredimensionado, el abuso ha sido manifiesto, campea la especulación, se quiere ganar dinero a como dé lugar sin que importe la ética a la hora de vender utilizando verdades a medias o falsedades. Las medidas nos afectan a todos y es necesario aplicar medidas compensatorias en favor de los más pobres y vulnerables e impulsar educación de calidad en todos los niveles. Recordado amigo: ¡no tenemos país!
Tenemos País?
Hace unos años un amigo, ya fallecido para mi pena, convencido me dijo “no tenemos país, nunca lo hemos tenido” Yo repliqué con argumentos que me parecían sólidos que si éramos un país con un respaldo histórico digno de tenerlo en cuenta que venía consolidándose desde mucho antes del incario. Sostenía yo que disfrutábamos de una herencia de valentía y dignidad que tenía en Rumiñahui, en Espejo los paradigmas de lo que sería un país a partir de 1830. Durante la vida republicana tuvimos a Vicente Rocafuerte, García Moreno, Eloy Alfaro y más ciudadanos ilustres que independientemente de sus posturas ideológicas o políticas, con aciertos y con errores, contribuyeron a cimentar un país que poco a poco se asentaba en el concierto continental y sin el un camino fácil avanzó y mejoró sus condiciones sociales y políticas aunque las económicas siempre fueron limitadas debido a los malos gobiernos más que a la falta de un país.
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